Don Hugo Alva, no solo pensó en deslumbrar el paladar de quien probara su creación sino le buscó una denominación de origen a su producto y lo llamó “Alfajor cajatambino”, un producto innovador de pastelería, que consiste en una singular hojarasca relleno de un delicioso manjar blanco, elaborado con mucha pasión, por el que todo visitante queda tentado en regresar a casa con cajas de alfajores bajo el brazo.
ALFAJOR CAJATAMBINo

El “Alfajor cajatambino” de don Hugo Alva Osorio, tiene su origen en Cajatambo -una provincia antigua de Lima- allá por los años sesenta del siglo pasado y nació como un emprendimiento familiar con su esposa Agripina Arce Zubiaur en una pequeña panadería. 

Por constancia y trabajo disciplinado fueron avanzando y mejorando no solo en la calidad de la panificación, en la elaboración de los panes, rosquitas, cachitos, bizcochos, bollos, semitas, galletas de agua y hasta panetones, sino también fueron incursionando en la pastelería, en la elaboración de la empanada, champa, queque, milhojas, turrón, bizcochuelo, rosquita bañada, entre otros; de allí se fue consolidando uno de los mejores, el que trascendió mercados -el “Alfajor cajatambino”-, un producto innovador de pastelería, pues se trata de una hojarasca relleno de un delicioso manjar blanco, elaborado con mucha pasión ideado por su creador y transmitido a su clan familiar.

El “Alfajor cajatambino”, no contiene galletas ni milhojas, lleva hojarasca, un insumo natural y singular, no contiene colorantes ni saborizantes, aditivos ni preservantes, y son cocidos en horno templado de ladrillo, calentado con leña de eucalipto. Tampoco lleva mazamorra ni maicena sino el verdadero manjar blanco, elaborado por auténticos emprendedores cajatambinos; todo esto lo hace un pastel singular, un producto bandera del lugar, que todo visitante -cajatambino o foráneo- son tentados de regresar a casa con cajas de alfajor en brazos.

El creador del “Alfajor cajatambino” prefería usar el término hojarasca para identificar a su insumo principal porque esta tiene una especial preparación, adquirida y perfeccionada durante más de cincuenta años de trabajo en Cajatambo, tal vez por eso es más importante la preparación que sus ingredientes. La hojarasca tiene una masa compacta que al hornearse generan burbujas de aire que quedan presentes en la masa dándole un aspecto más artesanal y crujiente al comerlo. De allí su diferencia con la galleta, que tiene más bien una masa dura, lleva muchos nutrientes y más de las veces es de sabor dulce; y, también se diferencia de la milhojas, que es un dulce tradicional con forma rectangular y consiste en un disco de masa con muchas capas y que al comerlo se esparcen.

Pero, don Hugo Alva, no solo pensó en deslumbrar el paladar de quien probara su creación sino le buscó una denominación de origen a su producto y lo llamó “Alfajor cajatambino”, un signo distintivo del ámbito geográfico de su producción, que le permite acceder a beneficios como acreditación de calidad y mayor valor en el mercado; lamentablemente, la muerte le llegó cuando se encontraba en pleno proceso de declaración y registro y justo el día en que se inaugura la décima versión de Mistura 2017. Y, por si fuera poco, la caja que cubre el delicioso dulce lleva estampas propias del folklore, gastronomía, fe religiosa y cultura cajatambina.

No cabe duda, que el “Alfajor cajatambino” ya trasuntó fronteras y hasta queda una anécdota, expresada por un trabajador de una entidad estatal en Cajatambo, quien a su retorno a Lima bajaba sonriente del ómnibus cargado de decenas de cajas del delicioso pastel afirmando que su familia -todos residentes en Europa- le ruegan que les envíe el alfajor de don Hugo Alva y que él tiene el deber moral de satisfacerlos porque “la felicidad está hecho en Cajatambo”, frase que queda impregnada en la historia para el consagrado producto de origen.

Y no podía ser menos, Wil Laime, un librero ayacuchano afincado en Huacho, de fino paladar, al degustar el “Alfajor cajatambino” sintió una sensación de comer más y más alfajores y que por ello impresionado lo llamó “adictivo”, anécdota contada por César Reyes Villanueva, en una hermosa evocación y semblanza otorgado a don Hugo Alva Osorio en el día de su muerte.

La tradición de la producción queda y el negocio se mantiene, pero esta vez pueden hacer sus pedidos con la nieta Cynthia a los teléfonos 2442006 y 987361888.